sábado, 14 de julio de 2012

martes, 26 de junio de 2012

FÁTIMA

Fátima.

Explosión de feminidad.

La Virgen de Portugal.

La Reina del table dance.

Tres pastores. Tres misterios. Tres privados.

Primer misterio: La visión del averno.

Segundo misterio: ¡Ahí vienen los rusos!

Tercer misterio: ¿Quién podrá descifrarlo?

Primer privado: La visión del paraíso.

Segundo privado: ¡Se aligera tu cartera!

Tercer privado: ¿Quién podrá resistirlo?

Fátima.

La Virgen… la Diosa…

La salvación… el pecado…

El Priorato de Sión… el Vaticano…

Pío XI… Leonardo da Vinci…

La castidad… la María Magdalena…

Scorsese… Mel Gibson…

Fátima.

Buenas noches.

miércoles, 20 de junio de 2012

Rebobine sus cintas, evite multas.

Siempre me da tristeza pensar en aquellos jovencitos que no vivieron la época de oro de la renta de cintas en videoclubes. La misma clase de tristeza y pena que siento conmigo mismo por no haber podido nunca besar a Marilyn Monroe. Hablo de ese sentimiento de frustración que se tiene cuando se sabe que algo se ha perdido para siempre. Cuando era niño empezaba en México el boom del formato Betamax.



Por supuesto que en mi natal Xalapa todo llegaba con muchos años de atraso (a menos de que fueras una persona de recursos arriba de la media o tuvieras parientes que viajaran a Estados Unidos con frecuencia). Recuerdo que mi vida giraba alrededor de dos videoclubes, dos centros cuasi religiosos a los que asistía con emoción a elegir la cinta que devoraría esa semana (la verdad creo que rentábamos varias veces por semana pero no recuerdo la frecuencia).

El primer videoclub al que me suscribí (más bien mi papá) fue el Video Cristal, éste se ubicaba en un local (que ahora es parte de una sucursal de Banamex) dentro de la Plaza Cristal (de nuevo les recuerdo que hablo de mi natal Xalapa, Veracruz). Un elemento que recuerdo mucho de este sitio es que en lugar de poner las cajitas de las películas en estantes como hacen todos los negocios con giro similar, en el Video Cristal ponían los Casetes en una suerte de mueble de acrílico transparente, acostados horizontalmente, donde uno señalaba con el dedo la película que le interesaba y un empleado que estaba del otro lado del mueble tomaba la cinta y la llevaba al mostrador para completar el servicio.

En este video club habían películas de lo más extrañas, muchas de ellas no las he vuelto a ver (ni recuerdo, en algunos casos, sus nombres). No olvido que su copia de Halloween estaba mal subtitulada, ahora me doy cuenta que quizá estaba traducida al portugués o al gallego (“soltátelo” decían y se me grabó). Otra película que no se me puede borrar de la memoria se llamaba, creo, Invasión Alien. Claro que yo la renté pensando que tendría algo que ver con Alien: el octavo pasajero de Ridley Scott, pero no, ni al caso. Lo peor es que nunca supe el nombre en inglés y ahora menos puedo encontrarla. Un churro, pero de esos que sí son bodrios.


 Otro videoclub que me marcó en la infancia fue el Video Centro (que después se volvería Macro Video Centro. En él conocí el formato VHS (tenían un mueblecito especial). También recuerdo haber pasado muchas horas escogiendo películas. En aquel entonces comprar las cintas no era factible para el mexicano común, no existían lugares especializados (como hoy el maravilloso Mixup) y cuando encontrabas las películas eran muy caras. La piratería siempre era opción, sobre todo si podías viajar a México, a Tepito, pero no estaba tan desarrollada como hoy en día.

Recientemente vi una película, una de mis favoritas del francés Michel Gondry que tuvieron la puntada de llamar Originalmente pirata (el peor título traducido desde Un final inesperado) y que en inglés se llama Be Kind Rewind haciendo referencia a la regla de la mayoría de los videoclubes que te multaban si no entregabas las cintas rebobinadas (o regresadas como decíamos en aquellos verdes tiempos). Claro que los imbéciles ejecutivos de la distribuidora pensaron que un título como “Por favor, rebobine su película” no resultaría comercial para un público que mayormente nació con el formato VCD/DVD y que no entiende de estas torpezas lineales de la cinta analógica, pero no dejo de pensar en una nota que escribió Raciel Martínez acerca de Toy Story 3 donde hablaba de la redención del plástico. A mi parecer, si un logro tiene esta película, es precisamente ese, el de redimir, pero en este caso a lo analógico, a lo lineal, a lo que imitaba la realidad, no a lo que la interpreta en ceros y unos. En fin, esos tiempos ya pasaron, es hora de regresar el casete.